El 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General aprobó la
Declaración Universal de los Derechos Humanos en París, considerada como el
primer documento mundial que reconoce los derechos fundamentales de todos los
seres humanos sin importar el país de origen, el lugar de residencia, el color
de piel, las creencias religiosas o la lengua, entre otros factores.
Este documento hace valer el concepto de que los derechos
humanos tienen su origen en la dignidad y el valor de la persona humana, y
refleja el principio de la igualdad, entendiendo este como el que reconoce en
todos los individuos la capacidad para tener las mismas prerrogativas: Derecho
a la vida, a la no discriminación, participación en la cultura, entre otros.
La Declaración Universal de los Derechos Humanos esta
integrada por un preámbulo y al final de este localizamos 30 artículos.
Es de resaltarse que los derechos humanos implican derechos
y obligaciones. Los Estado se deben encargar de respetar y protegernos, lo que
significa que no pueden interferirnos ni limitarlos y, primordialmente, deben
impedir abusos o violaciones a los mismos, por lo que tienen que adoptar
medidas para que todos los individuos gocen de ellos. En el ámbito individual,
tenemos la facultad de exigirlos, pero también debemos respetar los derechos de
los demás.
Esta Declaración, junto con el Pacto Internacional de los
Derechos Civiles y Políticos de 1966, el Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales del mismo año y sus respectivos protocolos,
integran la Carta Internacional de los Derechos Humanos.
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